sábado, 7 de enero de 2017

REFLEXIONES SOBRE EL PECADO ORIGINAL



Fresco de Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sixtina


El concepto de Pecado Original no deja de parecerme increíble. Expresa una idea bastante curiosa de la existencia (al menos cristiana). La página católica oficial, Aci-Prensa, define al Pecado Original de la siguiente manera:


«Adán y Eva se dejaron engañar por el demonio y desobedecieron a Dios. Este fue el primer pecado en la tierra: el pecado original, y por esto todos los descendientes de Adán y Eva, excepto la Santísima Virgen María, venimos al mundo con el pecado original en el alma, y con las consecuencias de aquel primer pecado, que se nos transmite por generación.»[1]


            De esta manera, cuando nacemos no tenemos absolutamente nada, salvo el Pecado, como si lo malo fuera lo único que se hereda y transmite. Es interesante, el cristiano no cree en la reencarnación de las personas, pero sí en la reencarnación del Pecado. Esa falta cometida por Adán en los orígenes de la humanidad se «reencarna» en cada ser humano que nace.

            Por otra parte, el Pecado parece ser más fuerte que la Gracia. En teoría, Jesús (que es mucho más que Adán) vino a poner fin a esa mancha legada por el primer hombre. Leemos a San Pablo en su carta a los romanos:


«Y así como la desobediencia de uno solo hizo pecadores a muchos, así también por la obediencia de uno solo toda una multitud es constituida “justa”.» [2]


No obstante, según la interpretación oficial, y que parece contradecir al mismo Pablo, la Gracia no tendría el mismo alcance que el Pecado que pretende borrar. Dicho con otras palabras, mientras que el Pecado nace con cada hombre y mujer, la Gracia sólo está con aquellos que la aceptan conscientemente (o, en su defecto, con aquellos que la reciben de sus padres, que la dan conscientemente, por medio del Bautismo). Nadie se limpia del Pecado Original si no acepta a Jesús como su Salvador. Un ateo, sin creer en el Pecado, lo tiene, aunque no así la Gracia. Por esto mismo, el Pecado sería más solidario, extensivo y universal; y por ende más poderoso que la Gracia, siempre selectiva, limitada y exclusiva.

            Como puede verse, es el hombre (siempre el hombre) quien limita el Bien y le da alas al Mal. Por eso, me animo a concluir que una idea condicionada, incorrecta de Dios es mucho más dañina que el más profundo y militante ateísmo.




[1] Fuente: https://www.aciprensa.com/Catecismo/pecado.htm
[2] Romanos 6, 19.