lunes, 14 de octubre de 2013

Coplas a la Conquista, de Ricardo Offenbach.


El poeta Ricardo Offenbach nació en Montevideo en 1904, aunque siempre se consideró a sí mismo un porteño de raza. Su familia se mudó a Buenos Aires en 1914, por lo que sus recuerdos del hermano país oriental se limitaron a su temprana niñez y a algún que otro viaje breve siendo ya mayor. Sin embargo, y con un inexplicable ocultamiento que solo puede justificarse en algún inconveniente familiar, Offenbach siempre se presentó como argentino. Pocos rastros quedan de su origen uruguayo más que cierta documentación en migraciones y alguna correspondencia de sus padres enviada en el breve período de exilio interno que los obligó a mudarse a Córdoba durante el golpe de Aramburu. Juan Manuel Offenbach, su padre, empleado en la Oficina Postal de Buenos Aires, era un anarquista extrañamente devenido en fervoroso radical, que resistió el golpe de estado hasta que las amenazas que recibía en su trabajo comenzaron a proyectar sombras reales. Con acierto optó por el cuidado de su familia y se mudó a Altagracia, donde viviría hasta su muerte pese a los constantes intentos de Ricardo de llevarlo consigo a la capital durante su vejez.


El escritor publicó pocas obras (recomendable Elegía de un misterio) y dedicó la mayor parte de su vida a trabajar como corrector en el diario La Prensa. En cierta ocasión trató de integrarse a las tertulias que se realizaban en Buenos Aires, en especial las que Borges frecuentaba, aunque no hay más prueba de ello que cierta referencia en una carta suya a  Cristian Salucho, otro escritor uruguayo, donde menciona “la imposible entrada” a aquellos círculos. Resignado al fracaso de sus intentos, Offenbach se recluyó en su trabajo y en una escritura solitaria. Nuestro poeta parece haber nacido destinado al olvido, aunque quizá la pereza de la historia en recordarlo se deba a que vivió bajo la sombra de los grandes poetas de su época. No se puede nacer entre genios sin ser uno. Para la memoria, es mejor nacer en épocas mediocres. Sin embargo, en cierta ocasión pudo pasar a la inmortalidad a caballo de la ironía de Borges, a quien le preguntaron por él durante un diálogo público sobre El Quijote, en la provincia de Santa Fe. Una periodista del público le indagó:
- ¿Qué opinión le merece el escritor uruguayo Ricardo Offenbach? –
- ¡Caramba! ¿Era uruguayo? Que grata sorpresa. Es una circunstancia que nos alivia en algo. Es un poeta demasiado nostálgico. Lástima que no haya podido impregnar su nostalgia en su poesía. Aunque, luego de la revelación que usted me ha hecho, quizá todo se deba a un problema de nacionalidades.
Cuando la periodista preguntó si se refería a la confusión entre argentina y Uruguay, Borges respondió graciosamente.
- En absoluto se debe a un problema de estas latitudes… Es una molestia europea: Offenbach… ¿Ricardo…? Quizá debería haberse llamado Frederick, o Heller…. Pero Ricardo no le colabora…
Dejando de lado esta cómica situación (quizá no las haya otras tratándose de Borges y otro escritor), paso a introducir el poema de Offenbach.
El mismo figura en una recopilación de poemas editado por el municipio de Montevideo en 1943 titulada Poemas y coplas orientales. El escrito de Offenbach, Coplas a la Conquista pudo ser incluida gracias a los espíritus de su época. Hoy día, dado lo políticamente incorrecto, no solo no encontraría edición, sino que sería públicamente censurado. Lo cual nos lleva a inferir una triste realidad: contrario a la opinión general, la libertad de los escritores no se incrementa con el discurrir de las décadas: sólo cambian los tabúes.
Offenbach no se sonrojó al escribir su Coplas la Conquista, quizá escudado en su sentimiento profundo de conquistar el corazón de la Argentina, quien, algo ingrata, lo condenó al olvido.


Respecto del poema, las Coplas a la Conquista imita la sextilla de la copla Manriqueña, de dos tercetillos de pie quebrado encadenados, con versos octosílabos y un tercero de cuatro sílabas, rimando en forma consonante. El armado de las estrofas, en general, respeta los seis versos en cuanto a sentido se refiere, aunque hacia al final de la copla se permite ciertas licencias. Como dije, la temática es polémica y cualquier censura que pueda hacerse será, más allá de todo, un elogio para Offenbach: le permitirá sacudirse el polvo del abandono.

Coplas a la Conquista

Desde una tierra ajena,
más allá del mar eterno,
insondable,
trajeron dolor pena
y las sombras de un infierno
memorable.

Con sus naves de maderas
y sus hierros afilados,
sin razones,
extirparon primaveras
de aquellos atormentados
corazones.

Vinieron a estos lados,
humildes desde su origen,
ambiciosos,
correando por los costados
la baba de los que eligen
solo el oro.

Con más sed que gratitudes,
señores de sus cadenas
sin amor,
sembraron las latitudes,
vírgenes ante sus penas,
de dolor.

Con ansias de hallar sin más
la fuente de los deseos
terrenales,
alzaron la suspicaz
excusa de los saqueos
y otros males.

Sangraron la piel, la huella,
la paz de una tierra herida
y su alma.
Extinguieron a la estrella
de la selva pura y vida
y su calma.

Y ese canto abierto al río,
a los bosques y sus aves
milenarias,
fue callando ante el frío
que plantaron esas naves
funerarias.

Y entre tanta oscuridad,
muerte, llanto, sangre y peste,
por destino,
libres de toda maldad
como un consuelo celeste,
cristalino,
llegaron la cruz, la letra,
Cervantes, Dante y Virgilio,
fulgurantes;
la grafía que penetra,
que transforman en idilio
los amantes.

Arribó la poesía
y el papel junto a la mano
a salvar
lo que antes parecía
condenado al humano
olvidar.

Y las voces cual cristales,
que en el viento ayer vivían,
encontraron
en los signos perdurables
el lugar que merecían
y quedaron.

Y de pié, en las heridas
de una guerra que, repito,
no ha acabado,
miro las cosas perdidas,
alzo Las Letras y grito:
¡Yo he ganado!


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