domingo, 26 de abril de 2015

NO DIJO QUE NO


Si la madre hubiese dicho que no,
¿Él la hubiera escuchado?
¿Hubiera negado la salvación por respeto a su sierva?
¿Negado su plan concebido en la eternidad?
Y si la madre hubiese dicho que no,
¿se hubiera quedado el mundo sin redentor?
¿Las generaciones, sin guía?
¿El Cielo, vacío; y el Infierno, con vida?
Pero la madre no dijo que no,
y jamás lo haría.
Al Eterno respondió:
“Yo soy la servidora del Señor,
hágase en mí tal como has dicho”.
Y a los hombres agregó,
refiriéndose a su Hijo:
“Hagan lo que él les diga”.
La madre no dijo que no,
y jamás lo haría.
Atravesada en su corazón,
será la imagen del fiel,
del que no desfallece,
del que permanece,
en su misterio,
en su fe,
por amor.
No dijo que no,
y jamás lo haría.

                                                          Lucas Berruezo


lunes, 20 de abril de 2015

TRES SIMPLES RAZONES PARA CREER EN LA EXISTENCIA DE UN JESÚS HISTÓRICO




En su novela El péndulo de Foucault, Umberto Eco pregunta, por medio de un personaje, por qué no podríamos pensar en la posibilidad de que Jesús haya sido un invento*. La historia de la humanidad está hecha de ellos, y muchos, aunque nacidos de la imaginación de los hombres, han encontrado su «confirmación» en el mundo de las cosas reales. De esta manera, Eco da voz al mitismo, esa corriente que pone en duda no ya la divinidad del carpintero de Galilea, sino su misma existencia histórica.


sábado, 11 de abril de 2015

EL HOMBRE


     Deseaba ser como los demás hombres,
como su padre,
tener su negocio, su familia,
un hijo al que pasarle su sabiduría.

     Deseaba tener una esposa,
una compañera,
que calentara su lecho por las noches,
una voz amiga al rayar el día.

     Mujeres no le faltaban,
tan fieles como su madre,
muchas, por él, habían cambiado,
muchas, a él, lo querían.

     Deseaba ser como los demás hombres,
llegar a viejo,
con nietos expresándole eternidad,
con un bastón sirviéndole de guía.

     Una muerte en paz,
rodeado de los suyos,
sabiendo que el amor iba a durar,
que la rueda rodando seguiría.

     Imposible.

     No fue como los demás hombres,
por su Padre,
su propio celo,
se expuso como eterna garantía.

     Lleno de llagas y magulladuras,
elevado entre los bajos,
vio a sus amigos dispersos,
sólo su madre, su Juan y su otra María…

     Deseaba ser como los demás hombres,
pero eso no era para él,
su destino era ser fiel,
y, con eso, la historia cambiaría.


                                                        Lucas Berruezo